Cuando un niño es diagnosticado de obstrucción congénita del conducto nasolacrimal, inicialmente se indica masajear la zona del saco lagrimal, para intentar forzar el paso de la lágrima a través del conducto nasolacrimal que causa la obstrucción. Con esta medida se resuelven hasta el 90% de los casos en el primer año de edad.
A partir del año de edad y si el masaje no funciona, el siguiente paso terapéutico es realizar un sondaje de la vía lagrimal. Se pasa una sonda a través de la vía lagrimal hasta llegar a la membrana que la obstruye y atravesarla. Este procedimiento es una técnica sencilla y rápida, se realiza bajo sedación y en régimen ambulatorio. En la mayoría de los pacientes, esta intervención supone la resolución del lagrimeo.
En los algunos casos, en los que tras realizar varios sondajes, no se resuelve el problema, es preciso colocar un tubo en el conducto lagrimal que se deja durante varios meses.
Cuando la intubación también fracasa, se recurre a la dacriocistorrinostomía. Esta cirugía consiste en crear una nueva vía de drenaje de la lágrima. Es una cirugía que precisa realizarla con anestesia general, y normalmente se espera hasta que el niño tenga 3 – 4 años.